Artículos E.R.M

La Princesa de Guatavita

 

Por Eutimio Reyes Manosalva.

 

El cacique de Guatavita estaba desposado con una mujer tan bella como el sol y por sus venas corría sangre noble. La Princesa era preferida entre el harem que poseía el Señor de Guatavita a la que mimaba y vestía con rico ropaje y prendería. Era tan hermosa y seductora que cautivó a uno de sus reales vasallos, cuyos ojos no habían visto mujer más bella. A la vez la cacica quedó prendada del bizarro mancebo cuyos ardores del deseo se reflejaron en sus furtivas miradas. El cacique de Guatavita complacía a su amada con frecuentes banquetes y libaciones con in-vitados prestantes de su Reino.

 

Una noche de aquellas bacanales, con música de caracoles y zampoñas, la princesa muy solícita se dedicó a agasajar a su marido con libaciones prolongadas, hasta que la embriaguez lo venció. Cuando ya todos estaban ebrios, el mancebo llevó en sus brazos a la bella cacica y la condujo al bohío donde velaban las armas guerreras. Sucedíase noche tras noche esta escena lujuriosa. Pasaron los días y el amor de la cacica con el guerrero se fue convirtiendo en pasión enfermiza, hasta llegar la delación de una anciana que veía con rabia el adulterio. Despertó a su amo y lo condujo hasta el acostumbrado sitio de los amores furtivos. El cacique sobrecogido, se cubrió los ojos para no seguir contemplando la escena desenfrenada. Al clarear el día mandó prender al enamorado y lo empaló; luego le arrancó el corazón, le cercenó el sexo y los hizo depositar en una urna ritual.

 

Nada supo la cacica de la suerte de su amado, mientras tanto el Cacique ultrajado en su honor, convocó a un nuevo festín a pocos días, muy temprano comenzó la música de fotutos y zampoñas; llegaron los caciques comarcanos trasportados en andas, luciendo ricas mantas y collares, acompañados de morenas chibchas con los pechos descubiertos. Seguido el cortejo de guerreros pintados con achiote y adornados con plumas y armados de finos dardos.

Alaridos cadenciosos rompieron el silencio mañanero; tinajas desbordadas de oloroso licor de maíz traían por doquier, una a una de las comisiones de invitados fueron entregando sus presentes al señor de Guatavita, quien de antemano había previsto la realización de la boda con todo esplendor y boato porque quería mostrar una vez más a sus invitados, su poder y riqueza. Cuando la noche cubrió con su manto, se dio comienzo a los festejos para supuestamente agasajar a la Cacica, su mujer. Caciques y capitanes tomaron asiento en el gran recinto que presidía la mesa el Señor de Guatavita y la Princesa, luciendo sus más ricas mantas, aderezos de oro y esmeraldas.

 

Se oyó la música de los trovadores y los cantos de la felonía del adulterio y la descripción del suplicio del mancebo. Acto seguido un guerrero fingiendo haber cazado un animal salvaje, le ofreció a la cacica el corazón, en medio de una algarabía de mofas y de risas. Se le presentó una nueva vianda que venía aderezada como delicado plato adornado con frutas y flores. Pronto la Cacica se percató que se trataba del miembro viril de su amado. En este momento palideció y su corazón palpitante le hizo enmudecer y sus manos temblaron cuando le correspondió alcanzar la áurea totuma con el etílico licor, que debía de ofrecer a su marido.

 

La Cacica atribulada aprovechó que las innumerables libaciones de chicha habían embargado los sentidos de su marido, de los jeques, caciques e indios principales y huyó con su pequeña hija, la que llevó entre sus brazos, guiada por Chía que brillaba esplendorosa en el firmamento. La Cacica y su pequeña hija fueron escalando la serranía por un camino de abrojos, malezas y pedruscos que fueron ultrajando las delicadas plantas de la soberana. La tierra se fue tiñendo con hilos de sangre que manaba. Ningún quejido salió de sus labios y apretando contra su pecho a su entrañable hija, afanosa arribó a la cumbre del cerro. El frío hizo tiritar a las prófugas, la Cacica hizo a un lado los bejucos de un curubo con sus flores rojas, y asomándose al abismo, vio proyectada en el espejo de la laguna, a Chía que la atraía, e invocando a su madre Bachué, se precipitó a encontrarse con ella.

En el palacio del señor de Guatavita continuaban los festejos, cuando llegó la noticia de la desgracia. El Cacique embrutecido por el efecto de la chicha, se despertó e hizo callar los tamborines y fotutos y procedieron a la búsqueda esa misma noche. Hachones iluminaban los contornos de la laguna y la multitud presenció la ablución del jeque muisca, quien habiendo buceado volvió con la razón que la Cacica se había desposado con el dragoncillo de la laguna y que era muy feliz en su nuevo destino. El sacerdote buceó una segunda vez y emergió con el cuerpecito de la infanta, cuyos ojos habían sido devorados por el dragón.

 

Entristecido el Cacique ordenó devolver el cadáver a las aguas, el que se hundió en las profundidades. Así, la princesa de Guatavita tan bella como infiel llegó al mundo de la leyenda. En el fondo azul de la laguna encontró un paraíso de cristal y allí comenzó su nueva vida entre prismas de luz, espejos de cinabrio y ambiente de hechizos y misterios. Después del conjuro de los jeques, la Princesa de Guatavita solía aparecer sobre las ondas, como una divinidad fantasmal para pronosticar los sucesos. A la hora de la media noche se mostraba seductora y pálida, con su cabellera de ébano y su mirada lánguida, con sus caderas finas y sus vestiduras relucientes como la ninfa del agua. Desde entonces por los meses de Marzo y Junio centenares de peregrinos indígenas, durante muchos años se apretujaban sobre las laderas y colinas de la laguna, portando rústicos hachones, cuyas llamas se proyectaban sobre el espejo azul de las aguas de la sagrada laguna.

 

Tristes cantos de flauta de caña hendían los ámbitos, mientras el gran Cacique de Guatavita estaba sobre una balsa dorada, para luego iniciar la ablución y arrojar al agua las ofrendas.

 

De esta leyenda se desprende las creencias cosmogónicas, los ritos fetichistas, el cuento del “dorado” de las tribus del altiplano Cundiboyacense que consagraron a la Divinidad lacustre la joyería de sus tesoros encantados.

 

http://www.leafnatural.net/2013/06/la-princesa-de-guatavita-por-eutimio.html

Academia Colombiana de Historia Policial - Cuaderno Histórico No. 14 / Pag 73-81
Discurso de orden pronunciado por el historiador Eutimio Reyes Manosalva, para tomar posesión como Miembro de Número de la Academia Colombiana de Historia Policial, sesión académica realizada en el Salón Rosado del Casino de Oficiales de la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander.
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Donación de la Escultura del Libertador Simón Bolívar

En el acto de donación de la escultura, aparecen de izquierda a derecha los señores: Mayor General Carlos Alberto Pulido Barrantes, Brigadier General Guillermo Chávez Ocaña, General Bernardo Camacho Leyva, Brigadier General Guillermo León Diettes Pérez y el Historiador Eutimio Reyes Manosalva.   

Academia Colombiana de Historia Policial - Cuaderno Histórico No. 15 / Pag 46-55
Discurso de orden pronunciado por el Académico de Número Eutimio Reyes Manosalva, en la sesión solemne llevada a cabo el día 16 de diciembre de 2008 en el Salón Rosado del Casino de Oficiales de la Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander.
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CERINZA Y LOS TIEMPOS DE AGUINALDO

 

La Navidad o tiempo de los aguinaldos, como llaman en Cerinza a los nueve días que van desde el 16 hasta el 24 de diciembre, en los que se reza la novena, constituye un tiempo de mucha alegría, que rompe la monotonía de los pueblos para que los feligreses o parroquianos organizados por veredas se preparen para representarlas en sus respectivos días asignados.

Este aprontamiento comienza desde los primeros días del mes de diciembre con la elaboración de disfraces.

Son tradicionales los matachines o diablos, que lucen sus vestidos elaborados con fique con variados colores, máscaras elaboradas por los mismos disfrazados, en moldes de arcilla.

A los matachines los torean los muchachos gritándoles diablo , los golpes de las vejigas de vaca que llevan infladas y atadas a un palo, resuenan en las calles y en las humanidades de quienes hacen mofa de ellos.

La osa, es otra representación navideña tradicional muy bien elaborada con cueros de vaca. La lleva un cazador sostenida con una cadena para que no agreda a las personas que observan el desfile folklórico.

El muerto cargado, es otra diversión y que consiste en un disfraz estilo siamés, que baila y despista su composición anatómica.

Las madamas , son un elemento folklórico muy tradicional. Son hombres disfrazados de mujer, con atuendos antiguos y sombrero negro cubierto hasta el cuello por una gran pañoleta. Las madamas son muy hábiles para el baile y muy alegres, quienes van invitando a los caballeros para que las acompañen en sus danzas tradicionales: El recoge basura , El surru-currungo , El zapatiao y el baile de trenza. El habla de tales personajes es chillona imitando la voz femenina.

El payaso, casi siempre, es el personaje central de la recreación navideña, quien montado a caballo de detiene frente a las edificaciones a quienes, de antemano, le ha elaborado una copla jocosa, satírica o burlona a sus respectivos moradores, lo que hace reventar la risa a los presentes.

La vaca-loca es el deleite de los toreros improvisados. Una es para el día, con cuernos muy pulidos, y otra es para la noche, con dos antorchas por cuernos.

Los ranchos son la escencia de la tradición navideña cerinzana, caracterizada por las posadas que se construyen en las cuatro esquinas de la plaza, utilizando en su construcción: rastrojo de trigo o paja real. Con anterioridad se distribuyen los papeles de los posaderos, quienes en Belén de Judea, negaron hospedaje a José y María.

La procesión del rosario de aguinaldos va precedida por María montada en un borriquito y José apeado con su vara florecida. La noche se ilumina con faroles o recina llamada guaches , que se queman en unos tiestos acomodados en palos.

Las declamaciones o recitaciones con motivo navideño las hacen pequeños niños después de las salves esquineras.

En el templo se viste un gran pesebre en el que luce los colores de la variedad de musgos, que se traen de los cerros aledaños y, en especial, del páramo de Cereperro y Chontales . Esta depredación ecológica ha disminuido en la actualidad gracias a la educación ambiental, que se está convirtiendo en una nueva cultura.

A lo largo del templo, del coro al altar mayor se mece sobre la gente una cesta de mimbre adornada con encajes y campanitas, que tintinean con el movimiento. Halar de las cuerdas para mecer al Niño Jesús, en la nochebuena es deleite de los monaguillos.

Aportar a los aguinaldos es una distracción muy tradicional: Al tirón , Pajita en boca , Al dar y no recibir , Al sí y al no , Al beso robado , prohibido por costumbre, puritanismo, pero permitido en época de aguinaldos.

La comida en época navideña aún se conserva: buñuelos con melao, ajiaco con pollo o carne de vaca, tamales con chocolate, colasiones, biscochuelo y toda clase de amasijos recién horneados que impregnan el ambiente.

La Navidad en todos los pueblos de Boyacá es un acontecimiento que embarga de alegría a sus habitantes imbuidos por un sentimiento religioso ancestral.

Es tiempo para reunir la familia, a los amigos y paisanos al rededor de las manifestaciones de la cultura local; del rito católico en las iglesias al pie del pesebre, con la remembranza tierna del nacimiento humilde del Niño Jesús.

Es concomitante la fiesta religiosa con el jolgorio familiar y el de calles, plazas y cantinas, en el que se bebe licor en abundancia, se come hasta de gula y se buscan los placeres sibaríticos de acuerdo al poder económico.

Claro está que unos pasan una nochebuena y muchos una noche mala de privaciones por factores económicos y sociales.

 

Publicación: eltiempo.com

Sección: Suplementos especiales

Autor: Eutimio Reyes Manosalva*